Juan Baraja - Una conversación en torno al retrato
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Una conversación en torno al retrato

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Juan Baraja. Candela Álvarez Soldevilla.
Conducida por José María de Francisco.

 

Los retratos de Juan Baraja cumplen cabalmente la fórmula del arte que acuñó Juan Ramón Jiménez: lo espontáneo sometido a lo consciente. Los retratados parecen sorprendidos en las tareas de la vida, y es verdad que lo están, pero inmediatamente después de la sorpresa, Juan Baraja les ha aplicado toda su pericia profesional.

Los retratos atraen especialmente al espectador porque le interpelan. Se cruzan dos miradas, dos realidades íntimas. No hay nada más expresivo que un rostro. Se ha dicho que, a partir de cierta edad, los rostros son autobiográficos. Es verdad. Los rasgos psicológicos de la persona empiezan a reflejarse en la geografía del rostro: en las arrugas que resumen millares de gestos, en las muecas que de tanto repetirse quedan acuñadas de un modo duradero. Por eso dicen tanto los rostros; porque nos colocan ante un ser como nosotros que nos está hablando de su propia personalidad.

Juan Baraja no hace acepción de personas. Por su objetivo pasan marineros e intelectuales, seres complejos y seres simples, personas con conflictos interiores y personas con la paz en el rostro. Juan Baraja ha sabido transmitirnos eso que no se ve y que él ha sabido lograr que aflore.

Juan no tiene prejuicios a la hora de retratar, él mira al mundo para trasladarnos su mensaje. No quiere condicionar la realidad, sino que deja que la realidad se exprese libremente. No quiere transmitirnos un mensaje, sino que quiere que el mundo nos transmita su mensaje propio. Eso se llama honradez; honradez personal y artística. No quiere manipular la realidad para que ésta diga lo que él quiere que diga, sino que respeta escrupulosamente lo que la realidad quiere decir al espectador.

El conjunto de retratos que se exponen son un único retrato de la humanidad, y revelan a su vez la unidad del género humano. Juan Baraja no ha atendido a fronteras a la hora de hacer sus retratos. Hay en este conjunto rostros de muy distantes latitudes, y se transmite un mensaje muy claro de que el ser humano tiene una misma naturaleza en cualquier punto del planeta. Vemos rostros de personas y sabemos interpretarlos, porque sienten y piensan como nosotros. Su sonrisa revela la misma satisfacción y la misma ternura que la nuestra. Su seriedad exterioriza la misma dureza de la vida que a nosotros, en mayor o menor medida, nos ha tocado padecer.

Juan Baraja nos ha hecho un gran servicio con esta exposición. Ha roto el solipsismo en que vivimos. Nos ha abierto el corazón a nuestros semejantes.

 

Antonio Pau